Hoy comparto con vosotros las fotografías que tomé en el puente de Andalucía de este año, sí, lo sé, hace ya unos cuantos meses pero revisando y poniéndome al día con mis fotos me he dado cuenta de que estas fotografías estaban abandonadas en una carpeta de mi ordenador.

Ese puente lo pasé en familia en Faraján, un pueblo de la serranía de Ronda del que ya os he hablado en alguna otra ocasión. Y como no puede ser de otra forma, mi cámara suele siempre acompañarme en este tipo de viajes. Las condiciones climatológicas para ese puente no eran nada buenas, de hecho, daban nieve en algunos puntos de la serranía. Ya por el camino nos encontramos con algunas montañas nevadas que inmortalicé en alguna de mis fotos.

El fin de semana largo dio mucho de sí, estuvimos en una fiesta de disfraces para los más pequeños con motivo de los carnavales, nos dimos una vuelta por Ronda, disfrutamos de muy buenos momentos culinarios en nuestra casa del pueblo, paseamos por los alrededores y nos reimos mucho.

En el post anterior no incluí las fotos que le hice a los recién casados tras la ceremonia para mostradlas mejor en un post aparte.  El tiempo que estuvimos haciendo fotos fue el nos permitió la luz, así que fuimos a contrarreloj, aprovechando cada minuto que nos brindaba aquella tarde de verano que terminaba. El escenario elegido fue una zona del rio Genal próxima a Faraján, un campo de árboles en el que nos paramos para apurar los últimos rayos de sol, y las calles del pueblo.

Gracias, gracias y mil gracias por el buen rato que pasé inmortalizando vuestro día.

Tal y como adelantaba en mi anterior post, el pasado 30 de Agosto viajé a Faraján para fotografiar cada detalle de la boda rural de Alberto y Wafae. La jornada bodil, empezó el sábado después de comer, y al ser Farján un pueblo pequeñito pude acercarme tanto a la casa del novio como de la novia para hacerles fotos en sus preparativos. Empecé por Wafae, por eso de que las novias tienen más protagonismo jejej.  Allí pasé un rato haciendo fotos, mientras ella se maquillaba, vestía y recibía alguna que otra inesperada visita. A pesar de los nervios propios que se tienen antes de la celebración de la boda, echamos un buen rato de risas. Después me dirigí a casa de Alberto, a hacer lo mismo. Click, click y más clics mientras se vestía. Por las calles del pueblo se empezaba a respirar el ambiente bodil: caras de felicidad de los invitados que se iban acercando a Faraján, risas, saludos, gente de un lado para otro organizando el gran enlace.

La ceremonia se iba a celebrar por la tarde en una de las plazas del pueblo. Al terminar de fotografiar al futuro matrimonio me acerqué a la plaza para estar preparada para cuando la novia hiciera la aparición e ir capturando la llegada de los invitados. La plaza estaba preciosa, y preparada para la celebración de la unión. Las vistas desde aquella plaza eran mágicas, por un lado podía verse una pequeña parte de Faraján y por otro un monte lleno de castañales bañados por la luz del atardecer de una tarde de verano.

A partir de ese momento, de mi llegada a la plaza hasta que la ceremonia terminó,  se me pasó el tiempo volando. No paré ni un segundo, normal en actos de este tipo. Puede relajarme algo más en la sesión de fotos que le hice a la pareja tras la ceremonia.  Y la cervecita post sesión también me sirvió para coger fuerzas.

El convite se celebró en la plaza principal del pueblo, como buena boda rural que se tercie, con su verbena y todo para la fiesta del final del banquete.

¡¡¡ Mejor os dejo con las fotos que hablan por si solas !!!

He visitado Faraján, un pequeño pueblo de la serranía de Ronda (muy muy pequeño) en alguna que otra ocasión.  El acceso al pueblo se hace a través de una carretera de montaña en la que difícilmente se cruzan 2 coches sobre todo en el último tramo. Carretera de montaña y muchas curvas es el recuerdo que tengo de la entrada al pueblo. Pero mi última visita fue para capturar e inmortalizar la boda de Alberto y Wafae. Pasé allí todo el fin de semana de una lado para otro y cuando me quise dar cuenta era ya domingo. Sí, el tiempo pasó a la velocidad de la luz, en un abrir y cerrar de ojos estaba volviendo  camino a casa con la cámara llena de fotos de un día especial.

Mi primer paseo fue para tantear el terreno, buscar localizaciones por si el futuro matrimonio no tenía nada preparado para mi, porque no habíamos hablado mucho del tipo de fotos que querían que les hiciera. Y así fue, confiaron en mi ojo, mi cámara y la improvisación. Decisión que provocó en mí un pequeño asomo de los nervios que creía tener controlados.  Así que me empeñé en dar aquella vuelta por el pueblo nada más llegar, aunque no sirvió de mucho porque un par de gatos se cruzaron en mi camino y me sacaron del ensimismamiento con el que había llegado. Lo agradecí.